Científicas ecuatorianas reclaman un mayor reconocimiento de las mujeres en la ciencia y lamentan que la voz femenina no se escuche como la masculina, lo que, a su juicio, genera al mundo un retroceso social y científico.
Su trabajo les apasiona y han alcanzado grandes logros en sus carreras, pero Yanet Villasana, María Soledad Solorzano y Sara Álvarez alzan su voz todos los días para que la ciencia dé más cabida a las mujeres.
Las tres forman parte del equipo de investigación de la Universidad Regional Amazónica Ikiam, en plena Amazonía ecuatoriana y que, de forma inusual, alberga en su claustro a un 47 por ciento de mujeres.
“Definitivamente, en la trayectoria que tengo, que no es muy larga, me he dado cuenta que el reconocimiento del trabajo que hace la mujer en la ciencia no existe”, expresó a Efe Villasana, que dejó su Venezuela natal para estudiar la obtención de energía a partir de la biomasa residual agrícola.
Esta química de 32 años lamentó que existan estereotipos que han impedido que la ciencia avance más.
Entre ellos, puso como ejemplo el pensamiento que se tiene de que una mujer bonita es “menos inteligente”, para luego apuntar que este hecho “ha dañado a toda la sociedad” ya que “el progreso de la ciencia en el mundo sería mucho mayor si estuviéramos trabajando mujeres y hombres juntos”.
Y es que en una sociedad conservadora como la ecuatoriana, el papel de la mujer es aún objeto de debate en amplios círculos de la población, aunque cada vez son más las que van relevando a los hombres en puestos de importancia, entre ellos, en la ciencia.
Ejemplo de este nuevo impulso fue la creación en 2016 de la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas (REMCI), con el objetivo de “visibilizar y promover el trabajo científico de mujeres ecuatorianas e incrementar su participación y reconocimiento en la academia de Ecuador y el mundo”.
“En Ecuador existe un 45 % de mujeres científicas”, dijo en un reciente encuentro la coordinadora de REMCI, Claudia Segovia, en declaraciones recogidas por el diario ecuatoriano El Tiempo.
Destacó que aunque “el número parece positivo”, lo cierto es que “hay menos artículos científicos publicados por mujeres, menos fondos de investigación para ellas, menos cargos directivos, menos promoción y, a veces, menores salarios”.
A estos esfuerzos se ha sumado también la Cooperación Española (AECID) en Ecuador, que promueve trece proyectos en la Universidad Ikiam, fundada a finales de 2013, para potenciar la ciencia y empoderar a la mujer, proyectos dirigidos a hacer frente a los principales retos que enfrenta Ecuador a través de la ciencia y la educación superior en el país.
Entre ellos hay algunos sobre tradiciones ancestrales de los pueblos amazónicos, la generación de recursos a partir de la biomasa residual agrícola y la conservación de especies de mamíferos.
Doctora en Arqueología, Solorzano se ha granjeado un nombre propio por haber participado, tanto como jefa de investigación como de investigadora auxiliar, en algunos de los grandes descubrimientos arqueológicos de los últimos años.
Fue ella quien descubrió, a escasos minutos de Ikiam, un nuevo yacimiento del sitio “Pashimbi milenario”, un hallazgo que a su juicio fortalece la identidad nacional y ayuda a “saber adónde queremos ir”.
Pese a ello, en una reciente entrevista en televisión, recuerda cómo los periodistas centraron toda la atención mediática en su compañero masculino.
Ikiam, a cuatro horas de Quito, es un centro de educación superior pionero en Ecuador, que busca impulsar el conocimiento entre la juventud de la región amazónica, una zona poco desarrollada en comparación con la Sierra o la Costa, y de sus 942 estudiantes casi la mitad -461- son mujeres.
En ese centro trabaja también la española Sara Álvarez, doctora en Comportamiento Animal y para quien uno de los principales problemas a los que se enfrentan las mujeres en la ciencia es que no se la escucha “de la misma manera que a un hombre”.
Y aunque admite que su campo de investigación -la primatología- es uno de los saberes en los que menos se nota esa diferencia, las mujeres quieren “formar parte de las instituciones de toma de decisiones”.
“Siempre es complicado lidiar con el tema de las autoridades, creo que ahí es donde nos falta, y seguimos trabajando en ello para demostrar que no solo somos buenas en campo, sino que también en la toma de decisiones”, explicó a Efe la científica española afincada en Ecuador.
Su investigación sobre las especies que habitan en la reserva biológica Colonso-Chalupas, de 93.000 hectáreas, ha permitido conocer mucho sobre este lugar que apenas se había explorado hasta la fecha, y ha publicado como resultado dos guías de campo.
Villasana aseguró que “la visión de las mujeres en la ciencia” es necesaria porque tienen un panorama distinto del mundo que podría ayudar en el impacto de la ciencia “en la sociedad, en el ambiente y en el desarrollo”.
Por ello, las tres investigadoras recomiendan a las jóvenes que quieran dedicarse a la ciencia que persigan sus sueños hasta las últimas consecuencias con vocación y sin miedo, y que conviertan cada piedra en el camino en una oportunidad para seguir adelante.
Christian A. Sánchez