- Pablo Cuenca, PhD en Ciencia Forestal, docente de la Universidad Regional Amazónica Ikiam, asegura que la deforestación es un tema preocupante en Ecuador. La forma en que se mide y los vacíos de información harían que la tasa sea más alta de lo que indica la cifra oficial.
- La eficiencia de las áreas protegidas y programas como SocioBosque pueden mejorar. Aun así, las primeras han evitado la pérdida de bosque en un 6 % y el segundo evitó que entre 2008 y 2014 se deforestaran 12 000 hectáreas.
Países latinoamericanos como Colombia, Brasil, Bolivia y Perú aparecen en los primeros lugares de deforestación según el último informe mundial publicado por el World Resources Institute (WRI), el cual revela que durante el 2018 se perdieron 12 millones de hectáreas de esta cobertura forestal a nivel global, de las cuales, casi dos millones fueron en Latinoamérica.
Y aunque Ecuador no figura en los deshonrosos primeros lugares, los investigadores señalan que la pérdida de bosque viene en aumento y podría ser más alta de lo que indican las cifras oficiales si el país utilizara tecnología más avanzada para sus mediciones y análisis. Además, la industria extractiva avanza a grandes pasos en el país. Proyectos mineros medianos y a gran escala y posibles licitaciones para bloques petroleros se ejecutan y proyectan en zonas sensibles como los bosques amazónicos y los páramos.
Pablo Cuenca, PhD en Ciencia Forestal y profesor e investigador de la Universidad Regional Amazónica Ikiam, analiza el estado de los bosques en Ecuador, la eficiencia de los incentivos para la conservación y las áreas protegidas en la prevención de la deforestación y la necesidad de una mejor comunicación entre los tomadores de decisiones y la academia para detener la pérdida de bosque.
¿Cómo están los bosques en Ecuador?
Pablo Cuenca (P.C.): Este país alberga alrededor de 1000 especies de plantas por hectárea, lo que nos posiciona como uno de los países megadiversos y con más ‘hotspots’ de biodiversidad. Ecuador tiene alrededor de 12,5 millones de hectáreas de bosque y aproximadamente la mitad están bajo algún tipo de protección.
Se tienen estrategias como áreas protegidas y el programa SocioBosque para reducir la deforestación. Sin embargo, a una escala más local, todavía tenemos un problema muy fuerte y es el cambio de uso del suelo. Esto preocupa sobre todo en ciertas áreas del país como la provincia de Esmeraldas, en la frontera con Colombia. En la provincia de Sucumbíos también hay una alta tasa de tala. En resumen, tenemos un gran potencial en recursos pero también enfrentamos presiones bastante fuertes.
¿Qué tan preocupante es la deforestación en el país y en qué zonas se concentra?
P.C.: El Ministerio del Ambiente reportó entre 2014 y 2016 alrededor de 94 000 hectáreas deforestadas. Nosotros hicimos un estudio en la provincia de Esmeraldas y reportamos, entre 1990 y 2008, alrededor de 77 000 hectáreas de bosque perdidas. A pesar de que existen esfuerzos que han tratado de evitar la deforestación, esta continúa con cifras que son alarmantes.
Es importante considerar que estamos utilizando metodologías de análisis parcial, de píxeles a nivel de imágenes, para hacer la cuantificación del cambio de uso del suelo. Dependiendo de la calidad de información que tengamos, por ejemplo, si mejoramos los algoritmos, la pérdida de bosque quizás podría aumentar su valor porque muchas áreas del Ecuador permanecen constantemente cubiertas de nubes y no han podido ser cuantificadas. Existen vacíos de información sobre nuestros ecosistemas.
Las actividades extractivas vienen en aumento en el país, ¿qué tanta presión están ejerciendo la minería y los hidrocarburos sobre los bosques?
P.C.: Son motores directos. En un estudio de 2018 reportamos sobre los drivers de deforestación y concluimos que también se relacionaban las carreteras, los centros poblados y la infraestructura mal planificada, como la construcción de hidroeléctricas que tienen impacto en los bosques. También hay políticas que no se compaginan y articulan, por un lado el Ministerio de Agricultura da semillas y, por el otro, el Ministerio del Ambiente toma acciones para restaurar.
Donde existen más bosques en Ecuador es en la provincia de Pastaza. Ahí están bien conservados y existen pueblos indígenas que protegen los territorios. Más abajo existen varias iniciativas de minería y de petróleo y los impactos dependen de cómo sea la forma de hacer la actividad.
Justamente, ¿qué tan importante es el papel de los indígenas en la conservación de los bosques?
P.C.: Existen estudios en Brasil que reportaron que los pueblos indígenas contribuían a evitar la deforestación. Son actores clave por la cosmovisión que tienen de utilizar los recursos para su subsistencia y bajo esta perspectiva el bosque puede irse manejando y regenerando bajo un proceso de resiliencia.
Pero también hay que entender otra parte importante y es que todos los países que estamos en la Amazonía estamos moviéndonos en paisajes de conservación y paisajes de desarrollo. Por ejemplo, en la provincia de Napo el 70 % del territorio está bajo conservación, se tienen seis áreas protegidas y solo el 30 % de la tierra tiene otro tipo de uso. Bajo esa perspectiva también tenemos que entender que no podemos conservar largas áreas de territorio sino generar paisajes productivos donde haya ecosistemas agroforestales, sistemas silvopastoriles, actividades ecoturísticas, zonas para conservación y otras para producción.
¿Qué tan vulnerable es Ecuador al cambio climático y qué acciones se están tomando?
P.C.: Su contribución en gases de efecto invernadero es muy baja. Sin embargo, nuestra principal fuente de emisiones es el uso de suelo, cambio de uso de suelo y silvicultura (uscuss), más alta que las generadas por el transporte y la energía. Por eso estamos trabajando en temas clave para la reducción de la deforestación a través de REDD+, que es la reducción de emisiones de deforestación y degradación. Eso consiste en entregar incentivos por resultados a las personas y comunidades que demuestren que sus bosques no se están deforestando y esos créditos de carbono van a regresar a esas comunidades en apoyo financiero.
Ecuador también está trabajando en las Contribuciones Nacionales Determinadas (NDC por sus siglas en inglés), acciones que se deben ejercer para evitar un aumento de más de 1,5 grados centígrados en la temperatura al 2050. Se está estableciendo la línea base con la cual nos podremos comparar más adelante y saber qué acciones voluntarias estamos haciendo para reducir los gases de efecto invernadero y en qué acciones necesitamos apoyo.
¿Cuáles son las áreas prioritarias en las que se está trabajando con REDD+?
P.C.: Esto es bien interesante porque en Ecuador, a diferencia de otros países, los servicios ambientales están dentro de la Constitución. Hay varios proyectos piloto de REDD+ que están concentrados en la parte norte del país. Eso lo maneja el Ministerio del Ambiente y funciona bajo el esquema de pago por resultados pero todavía no se han efectuado pagos. También está otra iniciativa que es SocioBosque para trabajar en proyectos relacionados a pago por resultados.
¿Qué tan efectivos han sido los programas de reforestación y restauración?
P.C.: Los programas están, se han creado e implementado, pero todavía necesitamos fortalecer mucho el Programa Nacional de Restauración. También tenemos que aprender cómo hacer restauración, es una carencia en los técnicos y en la academia.
Necesitamos crear indicadores de éxito de restauración, evidenciar casos de estudio realmente exitosos. Además, todavía hay mucha confusión entre reforestación y restauración.
¿Cuáles son las diferencias?
P.C.: La reforestación se enfoca en un tema comercial, se mira como un cultivo. La restauración, por su parte, puede tener este componente ─y es importante considerarlo para que sea sostenible, no solo desde el punto de vista de biodiversidad sino social, porque la gente necesita un ingreso─, pero en últimas, la restauración va más allá porque busca recuperar la funcionalidad del ecosistema, de esos paisajes que se han ido degradando. Es decir, que se puedan recuperar servicios ecosistémicos como provisión y regulación.
¿Qué proyectos tiene en este momento?
P.C.: Solemos establecer muchas políticas e instrumentos para reducir o evitar la deforestación, por ejemplo, vuelvo al programa SocioBosque que paga 30 dólares por hectárea para evitar que se talen los bosques. Pero la pregunta interesante aquí es: ¿cuánto se hubiera deforestado en ausencia de esta política de conservación?
Tenemos un primer avance, un proyecto de investigación para saber cuál es el impacto de los instrumentos de conservación, si funcionan o no funcionan. Ya analizamos SocioBosque y vimos que es una política que, entre 2008 y 2014, ha tenido un impacto de entre 1 y 3 %. Esto quiere decir que si SocioBosque no se hubiera implementado, en ese periodo de tiempo se hubieran deforestado 12 000 hectáreas. Pasamos de la fase sentimental en que decimos que el programa es importante, a una etapa con datos empíricos y robustos. Tenemos cifras y podemos decirle a los tomadores de decisiones que la política puede mejorarse pero necesitamos mantenerla porque está dando resultados.
¿Y se puede hacer algo parecido para cuantificar la utilidad de las áreas protegidas?
P.C.: Muchas áreas están trabajando para reducir la deforestación pero su eficiencia también depende de su ubicación, de si tiene baja accesibilidad, poca población aledaña, etc. En ese caso, la reducción de la deforestación no necesariamente se debe a la implementación del área protegida. Por otro lado, el área podría estar en una zona con deforestación muy alta, donde las variables distancia-camino y distancia-centros poblados son muy cortas y esto hace que el área protegida sufra un mayor impacto.
Nosotros encontramos que las áreas protegidas han ayudado a proteger los bosques de Ecuador en un 6 %. En Costa Rica, por ejemplo, el aporte es de alrededor de un 9 %. Estos datos demuestran que los instrumentos de conservación están funcionando aunque se pueden mejorar.
Pero hay que tener cuidado, tampoco tenemos que sobredimensionar su rol. En el tema de fragmentación algo súper importante que hicimos en el norte de la Amazonía ecuatoriana es mirar cómo las áreas protegidas actúan como un escudo para evitar ese proceso. Concluimos que son importantes para evitar la deforestación pero no evitan la fragmentación. El Ministerio ya conoce esta información y esperamos que trabajen con ella.
¿Qué es lo más difícil de trabajar con bosques y biodiversidad?
P.C.: Poder tener una buena comunicación entre la ciencia y la política. Necesitamos mejorar bastante ese tema. Como académicos y científicos somos muy buenos para generar estadísticas, números, algoritmos y regresiones, pero cuando queremos llevar eso a un lenguaje mucho más sencillo y que el tomador de decisión pueda entenderlo, creo que ahí fallamos bastante.
Desde que estás en la etapa de estudiante sería importante formar en cómo se puede hacer ciencia para transmitir los mensajes de una manera más sencilla… Lo cual no es fácil. Pero el otro lado también es importante: que el tomador de decisión utilice a la Academia como una fuente de información.
¿Qué lo llevó a interesarse en el estudio de los bosques?
P.C.: Desde niño estuve relacionado con la naturaleza. Siempre busqué una profesión que me permitiera seguir con ese contacto con lo vivo. Todo eso me llevó a estudiar los bosques y luego fui comprendiendo la presión que estamos ejerciendo hacia ese recurso. Sentía que tenía que aportar y algo que hace mucha falta es aumentar el conocimiento en este tema. Aunque suene bien repetitivo: necesitamos crear una sostenibilidad de los recursos.
Algo que siempre le digo a mis estudiantes es que tenemos que conceptualizar los bosques como nuestro patrimonio. Cuando lo conceptualizo como algo mío, sé que no lo voy a dañar sino que lo voy a utilizar de manera adecuada, que tengo que dejar un poco para las siguientes generaciones y eso te lleva a la sostenibilidad.